Son las 07:40 am. Me acabo de bañar en el agua helada del océano. Me resulta fascinante que me produzca tanto placer cuando hace un año me costaba Dios, ayuda, gritos y una carrera. El cuerpo se acostumbra a todo. Al frío, al calor y a lo templado. A lo bueno, a lo malo, y a lo mediocre. Ahí está el peligro. Vivir dormida y no darte cuenta de dónde estás. Que cuando despiertes sea tarde. Porque eso de que nunca es tarde es mentira. Habrá un día, y no sabemos cuando, que sí que lo sea.
¡Camarero! Otra ronda. Yo invito.
Una idea
Cambiar el foco
En mi sesión de terapia EMDR le comenté a mi psicólogo que todas las noches apunto tres logros en mi moleskine verde. Lo hago después de pulverizar mi almohada y pijama con la bruma verde de Rituals, mientras doy sorbitos de la infusión de camomila y la luz del despertador va apagándose sutilmente. Me sirve para poner el foco en lo que hago bien y me parecía una idea estupenda hasta que Álex me dio una perspectiva distinta que compré inmediatamente.
¿Por qué tendrías que estar solo enfocada en el logro? Al final es más de lo mismo. Es valorar cada noche lo que has hecho bien en lugar de lo que eres. Es una forma de seguir alimentando tu autoexigencia.
Cayó la ficha. Es obvio, pero nunca me lo había planteado. ¿Para qué centrarme en el mérito? ¿Por qué no incluir, además, la sombra para contemplarme entera y tenerme en cuenta con todo lo que soy?
Pues en ello estamos. Apuntando una de cal y una de arena. Normalizando lo que no me gusta y minimizando aquello a lo que siempre le he dado gran valor porque se supone que está bien hecho.
Cambiando el foco de lo que logro a lo que soy.
Un momento
Ally y las montañas rojas
Está atardeciendo. Me encuentro junto al caballo blanco que me ha elegido en una finca entre montañas rojizas. El terapeuta que me guía en mi proceso de autoconocimiento a través de estos majestuosos —y desconocidos para mí— animales me pide que consiga que el caballo me siga sin la cuerda. Me pongo nerviosa. Respiro para calmarme porque sé que si me nota alterada se va a alejar de mí. Me fascina el reto de gestionarme para lograr la calma que necesita el caballo para seguir a mi lado. Inhalo hondo, retengo, suelto por la nariz en ocho, destensando mi cuerpo. Me apoya la cabeza en el hombro confirmándome que lo he logrado. Le hago un sonido y le pido en silencio que me acompañe. Empiezo a andar. Me sigue. Dudo. Se para. Respiro. Me repito internamente que puedo. Cambio mi postura corporal para demostrarme confianza. Vamos, Ally, bonito. Reanudo el movimiento. Arranca y va pegado a mí. Trazo suaves curvas, me sigue. Sonrío. Le acaricio, me animo, me conecto a él. Seguimos. Pruebo a parar con firmeza y también para él. Arranco en una carrera y me sigue el ritmo. Finalizo el ejercicio y junta su cara a la mía. Me envalentono, respiro para calmar el miedo que aún me produce acercarme tanto a él y lo abrazo. Siento su calor.
Seguridad. Calma. Templanza. Noto que voy a llorar.
La V.I.D.A. así tiene más sentido.
Un maestro
Antonio Gala
Que en paz descanse.
Jesus Quintero: —¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?
Antonio Gala: —Salir de esta especie de laberinto en el que nos han metido. Salir de una vida que no es la nuestra y que no es la mandada; una vida que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos, y así hasta el final. Salirse de esta cadena terrible, desencadenarse, a riesgo de la soledad, a riesgo de la falta de comprensión. Irse un poco al campo, en el mejor de los sentidos. Liberarse de la extraña y monótona esclavitud de cada día. Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma. Eso es lo inteligente. Porque una inteligencia que no me ayude a vivir, no la quiero, no me sirve para nada, ni creo que le sirva para nada a nadie.
Una novela
La paciente silenciosa — Alex Michaelides
Espectáculo de thriller psicológico que he devorado en tres días. Es lo que tiene desinstalar Instagram. Que vuelves a concentrarte en una novela de cuatrocientas páginas. Y lo mejor de todo: que llegas a terminarla.
Sinopsis: Alicia Berenson, una pintora de éxito, dispara cinco tiros en la cabeza de su marido, y no vuelve a hablar nunca más. Su negativa a emitir palabra alguna convierte una tragedia doméstica en un misterio que atrapa la imaginación de toda Inglaterra. Theo Faber, un ambicioso psicoterapeuta forense obsesionado con el caso, está empeñado en desentrañar el misterio de lo que ocurrió aquella noche fatal y consigue una plaza en The Grove, la unidad de seguridad en el norte de Londres a la que Alicia fue enviada hace seis años y en la que sigue obstinada en su silencio. Pronto descubre que el mutismo de la paciente está mucho más enraizado de lo que pensaba. Pero, si al final hablara, ¿estaría dispuesto a escuchar la verdad?
El final es épico.
Las tres noches que me duró me dieron las tantas de la mañana. Me la recomendó mi querida Alejandra. Cuando llegué al desenlace no podía creerlo. El giro final es absolutamente magistral. Estaba metida en la cama y me puse de rodillas, encendí la luz del techo incluso para leerlo de nuevo, tenía sueño y no lograba conectar bien los acontecimientos. Lo releí cuatro veces para deleitarme con la genialidad del autor. En serio, tenéis que leerlo.
No pongo enlace a Amazon porque los libreros de barrio nos necesitan.
Una verdad
Eres tiempo.
Hasta que te mueras.
Una pregunta
¿Hasta cuándo vas a posponerte?
¡Salud! Y principio.
Ana.
Maravilla.
Me quedo con este fragmento: "El cuerpo se acostumbra a todo. Al frío, al calor y a lo templado. A lo bueno, a lo malo, y a lo mediocre. Ahí está el peligro. Vivir dormida y no darte cuenta de dónde estás. Que cuando despiertes sea tarde. Porque eso de que nunca es tarde es mentira. Habrá un día, y no sabemos cuando, que sí que lo sea."
Gracias again, Ana.
Brutal Ana, de principio a fin. Me siento muy concertada con todo lo que escribes y te siento conectada a tu ser y eso se nota. No escribes por escribir, por conseguir más followers, por ganar más dinero se nota que no lo haces por compartir. Ahora entiendo tu desaparición de redes. Enhorabuena por salir de esa rueda de hámster.