Una pena
Lunes. Mi día favorito de la semana. He descansado durante el domingo y estoy fresca como una escarola para seguir con el trabajo que me apasiona. Abrir la suscripción privada y comprometerme con el contenido potente de forma semanal me está dando estructura, aire, trabajo personal y alas.
Tengo que grabar el vídeo del recurso del mes y me doy cuenta de que llevo el mismo jersey que casi siempre porque no tengo más. Odio ir de compras. Acaban de empezar las rebajas. Paso por la puerta de una marca que me encanta. Hasta el 70% pone en la cristalera. Recorro los burritos tocándolo todo —y mirando los descuentos disimuladamente— y fantaseo con lucir muchas de esas prendas. Soy débil ante lo bueno y bonito. Menos mal que he cultivado una pepita grilla en mi interior.
Ana, vives llena de barro en el campo. No necesitas estas monadas, no tienes planes sociales para tanta gasa y estás en modo ahorro. Listo. Falsa necesidad resuelta.
Odio el morado. Hace tiempo escuché en un podcast que se lleva mucho el lila claro y que nos lo han metido por los ojos hasta convertirlo en uno de los colores más vendidos. Me dejó llevar por la corriente. Me creo que me gusta por mí misma, sin que la tendencia me haya condicionado, y me compro un jersey de lana lila.
— Cariño, ¿tienes tarjeta del club? ¿Quieres hacértela?
— No, gracias. Es que tengo prisa, que entro a trabajar y tengo que llegar a las doce a la oficina.
— Pues ya lo siento.
— Perdón, ¿el qué?
— Lo de trabajar. ¿Qué le vamos a hacer? No nos queda más remedio.
Se me partió el corazón al ver su mapa. Yo, deseando irme a la oficina a grabar la rueda de la gestión del tiempo. Ella, dándome el pésame por la presuposición de que prefiero estar de compras antes que meterme en una oficina. Cuando odio ir de compras y amo estar aislada creando entre cuatro paredes.
Un momento
Este vídeo se lo mandé a mi gente, y me parece tan bonito que voy a compartirlo. Ojalá no perdamos nunca la capacidad de emocionarnos con la vida. Bueno, ojalá no la pierda yo. Vosotras haced lo que os de la gana y la vida, claro.
Una jaula
Y una solución.
Yo no sé. Yo no puedo. Yo no valgo.
Palabras simples que tan solo expresan tu mapa de pensamiento, basado en lo que te ha pasado de forma puntual, te han dicho o te has dicho y que, sin darte cuenta, construye día a día tu realidad.
Palabras que acabamos asentando en nuestro interior como certezas.
Palabras que, por combinación y repetición, acaban reduciendo tu potencial salvaje a la mínima expresión. Si pudieras ver de lo que eres capaz colapsarías. Estás, con suerte, al veinte por ciento.
No soy de números.
Yo no valgo para tener una empresa.
Eso me he contado durante ocho años de emprendimiento. Y lo peor no es contártelo, sino tus acciones y conductas que derivan de ello y que lo refuerzan hasta convertirlo en profecía autocumplida.
No tener un excel o tenerlo y no mirarlo, no atreverte a pedir tareas a las personas que colaboran contigo, aunque les pagues por hacerlas, no tener en cuenta el ganar-ganar porque te parece injusto cobrar por amar lo que haces, no responsabilizarte y aprender qué impuestos pagas —ridículamente desorbitados— y qué porcentaje de tus ingresos va destinado a ellos —más del cincuenta por ciento—…
Podría llenar esta página con ejemplos de conductas poco acertadas.
Esta semana empezó el máster de emprendimiento en el que soy mentora de la parte de autoconocimiento. Por supuesto, es el primer módulo porque, sin esto, las grandes ideas de las alumnas pueden darles mucho dinero y quebrarles la vida. Lo explico con una voluntaria al azar en una demo en directo. Vamos sobre la marcha. Arriesgado y verdadero. Siempre hay sorpresa. Empieza a ser un vicio.
En esta ocasión nos encontramos con la creencia de que no puedo encontrar trabajo, según ella, porque la experiencia se lo ha demostrado. Dos años sin encontrarlo y otros tantos haciéndolo de forma gratuita. Es lógico que lo crea. Veinte minutos de preguntas después tocábamos diana.
Es que si trabajo creo que el caos entrará en mi casa, mis hijos… alguien tiene que llevarlos a natación, y no sé qué van a hacer sin mí. Creo que puede ser un desastre que yo no esté ocupándome de la casa y los niños todo el día.
Ella misma cambió el lenguaje corporal mientras lo decía. No necesitas demasiada lucidez para darte cuenta de que, lo de arriba, siempre tiene algo debajo.
En mi caso, no soy de números, no valgo para tener una empresa, era la cáscara que cubría la de que te importe el dinero es de gente superficial que no conoce el sentido de la vida y los empresarios roban a los pobres que trabajan para ellos. En concreto, a mis padre. Poca broma.
¿Y cómo se resuelve esto? Desde mi mapa solo hay una forma, y consta de dos pasos:
Te das cuenta de que esto no es verdad. Lo cuestionas con método.
Buscas una realidad que puedas ver y tocar, que desmonte el panorama, y te pones en marcha para que tus conductas y la realidad que deriva de ellas te demuestren que hay una alternativa.
Desarrollo el segundo con mi propia experiencia:
Conozco a Vanessa Marrero y al resto de mentoras, que me enseñan una forma de tener empresa que no había visto antes. En nuestras reuniones todo el mundo ve el excel como quien mira el mapa del tiempo. Se enseñan las cifras como se enseña la lista de tareas. Se busca la justicia por encima de todo y los números pasan a ser, simplemente, una parte más del emprendimiento. Una troncal, desde luego, pero en ningún caso la única.
No sé busca tener más o menos, sino la sostenibilidad de las personas, la energía y el proyecto, la equidad y la coherencia entre empresaria, servicio, colaboradoras y cliente final. Me impacta mucho ver este modelo. Empiezo a mirar y a vivir en este ambiente, que es completamente diferente a lo que he visto y escuchado a lo largo del tiempo. Tardo tres años en creer que esta forma de hacerlo también es posible para mí. Tres. 3. T R E S.
A la par, aprendo. Esto es lo que mayor sensación de control y seguridad me aporta. Marrero me explica unas mil veces, con santa paciencia, cómo funciona un presu de venta, una cuenta de explotación y mi gran aliada contra la quiebra, la tesorería. Y no solo me lo explica, si no que los rellenamos juntas con mis datos reales.
Repito: aprendo. Aprendo lo que no sé hacer para pasar de yo no puedo a yo no podía porque no sabía cómo se hacía.
El fin de semana pasado me tiré la mañana del domingo disfrutando como una puerca con la parte financiera de 2024. He pasado de autónoma a sociedad limitada, con colaboradoras, diferente gestión y obligaciones fiscales, añadiendo un peldaño a mi reto personal en este área. La sorpresa fue que lo entendía. Que sabía perfectamente qué estaba haciendo y por qué. Cambiaba de un excel a otro, los relacionaba y era capaz de ver a largo plazo lo que pasaba en la empresa. Esto me llevó a tomar decisiones inmediatamente. Porque para eso sirven. Para ver, reaccionar y decidir.
La sensación, después de media vida de limitación, era de pura claridad. Como si me hubieran cambiado el cerebro. Como si me hubieran limpiado unas gafas tremendamente marranas. Sentí paz, pero también confianza salvaje en mí misma. Esa que nadie puede regalarte, que no se compra, y que solo se obtiene cuando expandes tus capacidades. Cuando verificas que no eres tonta o incapaz. Que simplemente, no te lo habían explicado con un lenguaje adaptado a ti —y con paciencia—, y no te habías puesto manos a la obra.
Esto, para mí, es desarrollo personal. No basta con entender que tienes una creencia, que estás, como el elefante, atada a tu minúscula estaca. Necesitas desmontarla cambiando tus conductas diariamente y esperando a que el largo plazo haga magia.
Mi recomendación una vez más para las personas que estáis en emprendimiento y no tenéis planificado el año: llamad a la Marrero. Además, os responde personalmente en audio por whatsapp. En breve empieza Working Finanzas, el grupal donde explica el tinglao y trabaja junto a vosotras en directo. En serio. Estamos en enero. No dejéis que se lie parda. Estáis a tiempo. Con los ojos cerrados y el corazón abierto. No os quedéis con que no sabéis y miréis a otro lado esperando un milagro divino. El susto está a la vuelta de la esquina. En abril. Aprended a hacerlo. Os aseguro que se puede.
Una palabra
Esta semana hemos visto el perdón en el nuevo máster de coaching que estoy haciendo. Se generó un interesante debate sobre la compasión y el amor incondicional hacia otros, en el que personalmente no creo. Explicaré mi punto de vista a lo largo de febrero, cuando nos metamos en amor y relaciones tóxicas.
Una cita bíblica me dio respuesta a algunas preguntas.
Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte lo siento, lo perdonarás.
Lucas 17. 1-6
Creo que el perdón tiene más que ver con la liberación personal que con el otro, sin embargo, en esta cita hay una palabra clave para el tema de las relaciones. No diré cuál es. Lo dejaré en manos de vuestros mapas.
Un fragmento
De mi diario.
Creo que estamos a 17 de enero. Hace años que no sé en qué día vivo porque no me hace falta. Amo esta tablet. Amo a Isla. Me siento sola cuando no me atiendo. Cuando antepongo el resto de tareas a mí. ¿Me siento sola o insegura? Me siento en peligro cuando voy muy rápido. Como si me fuera a estrellar. El ruido, la velocidad de la vida, la exigencia invisible e inherente a la sociedad en la que vivo… me hace sentir insegura, como si algo malo fuera a pasar. Como abandonada, quizá. ¿Será algo de la infancia? Puede. En verdad da igual. Hoy tengo una reunión para una propuesta importante y, en el fondo, ya sé que no es para mí.
No quiero ser famosa. Quiero ser coherente y vivir en paz.
Una respuesta
Conversación de whatsapp.
— Hola Raúl, soy Ana Albiol, necesito hablar lo antes posible. Estoy terminando de comer y estoy libre, te llamo cuando me digas. Gracias.
— Hola, yo desayunando, ¿a qué se debe este honor?
— ¿Desayunando a las cuatro de la tarde? Ay. No eres el Raúl que creía. Perdona, me he equivocado. Es que tengo que anular algo urgentemente y me he equivocado. ¡Cuánto tiempo! Espero que todo bien, feliz año.
— Anula, anula, jajaja. Y si tienes un rato llámame, que me gustaría intercambiar ideas, que me he unido ahora en Substack para trabajar mi marca persona y me gustaría charlar contigo.
— Estoy rechazando esta propuesta porque no tengo más tiempo. Odio el ritmo de nuestro sistema y me encantaría charlar, pero acabo de lanzar proyecto y estoy enfocada en él.
— Acuérdate de decir «no». El año pasado dije unos cuantos y sienta de maravilla.
— Claro. Por eso «no» puedo quedar para charlar.
— Por cierto, conocí a tu coach el año pasado, Techu, qué linda.
— Un doce de mujer. Tengo que dejarte que entro en reunión. ¡Feliz desayuno!
— Abrazo.
Es un tío majo e interesante, conocido de un examigo, con el que he cruzado dos conversaciones en toda mi vida y que seguro tiene mucho que aportarme —o no—. Pero estamos en el mes de la renuncia en la suscripción privada y, además de crear el contenido, soy una salvaje más trabajando en lo que propongo.
No es que sea una perra del infierno —o sí—.
Es que, con suerte, me quedan 2200 semanas de vida.
Y tengo asumido que no llego a todo.
Principio.
Ana.
P.D: Mañana hay podcast y lo que ha salido es obsceno. Ridículamente potente. Salvajemente profundo. Coherentemente acertado.
Si no estás en la comunidad privada, plantéatelo. En serio te lo digo. Creía que estaba bien estructurado, pero resulta que es, desde mi punto de vista, casi perfecto. Un viaje a píldoras que parecen ligeras y que te mete a fondo en el tema del mes. Y lo digo porque lo estoy experimentando como una más. A base de jiji y jaja, entre comentarios, chats, texto, ejercicio, podcast y directo…
Una horita a la semana, tonteando con el café con leche y espuma. Y mambo. Ahí lo tienes. Más potente que un taller porque se sostiene treinta días en el tiempo y se comparte con el resto de salvajes semana a semana. Estoy muy orgullosa de mí misma, la verdad. Y del equipazo que me acompaña. Y de las salvajes que formar parte y lo construyen día a día. Gracias.
Buenos días Ana 🤗
Me quedo sobre todo con la parte de nunca perder la ilusión por la vida. Yo, como muchas de nosotras, soy una apasionada y ya me conoces, cuando hablo y me emociono soy muy expresiva. Siempre suelo serlo. En el pasado no me gustaba porque mucha gente se metía conmigo (sobre todo en el colegio) y de adulta una parte de mí pensaba que la gente va a pensar que soy “infantil”, cuando en verdad, soy la primera que se cuida y que puede tomar decisiones importantes. Creo que a veces esta sociedad reprime esa ilusión que sale de nuestras ganas de vivir, de nuestra niña interior. Ahora la abrazo muy grande. Y desde luego, no me oculto por nadie ni por nada. Gracias por compartir tu emoción, que no nos quiten esas ganas!!!!! 💃🏼💃🏼💃🏼💃🏼🎉🎉🎉🔥🔥🔥🤍🤍🤍🤍🤍
Me encanta leerte, haces que partes de mi cerebro que están dormidas despierten y que mi cuerpo se incomode antes situaciones que he normalizado y, claramente, no son normales.
Veo tu vídeo de la nieve, y yo friolera hasta el infinito y un poco más, me digo "uy, yo no podría, eso no es para mi" y al segundo siguiente estoy entusiasmada viendo la belleza de un bosque nevado pensando que caminar por ahí en silencio, escuchando solo el crujir de la nieve, es una fantasía. Soy friolera o me he dicho tantas veces que lo soy que me lo he creído. ¡Pum! Primera jaula se pensamiento abierta.
El tema de las finanzas... yo no soy de números, yo no soy de excel, yo no sé vender ni venderme, yo no se de impuestos ni de bancos ni de.... Llevo trabajando desde los 20 años, por cuenta ajena y desde hace ya bastantes años como autónoma. Tuve que reestructurar mi negocio porque no era rentable, vivo con lo justo y rezando para que no pase nada, y le sumamos el que empiezo a emprender otro negocio que nada tiene que ver con lo que he hecho hasta ahora. ¿Soy mayor para emprender (45 añazos guapos me caen este año? ¿Cómo voy a hacer eso que no he hecho nunca? ¿Como la esteticista se va a meter ahora a fotógrafa? ¿Como....?
¡Mil leches para ti, bonita! . ¡¡Pum!! Otra jaula más servidita en bandeja.
Algo a decir a mi favor, que aún siendo autónoma y encogiéndoseme un poco el estómago cuando lo digo, he marcado límites a clientas que dejaba que se aprovechasen de mi por miedo a perderlas y me he atrevido a decir que no a algún trabajo que sabía no estaba alineado conmigo.
Seguimos trabajando en nuestro mapa, ahora teniendo claro cuales son las piedras del camino y viendo, que si el camino no existe, es que igual puedes empezar a construirlo tú.
Gracias, Ana, por estos despertares mentales.
Un abrazo grande a todas, ¡salvajes!