Amo escribir en los aviones. Cuando estoy en el cielo, a miles de kilómetros de lo que se supone que tengo que ser o hacer, me siento segura y libre. Vuelvo de Bali después de veinte intensos días, aunque la sensación es de veinte intensos años. No puedo entender cómo en tan poco tiempo puede moverse tanto. Será Plutón en Acuario.
Tengo demasiadas cosas dentro como para que quepan en este Chupito. Tengo, sobre todo, contradicciones, sensaciones e ideas que me gustaría debatir en grupete. Así que voy a hacer un directo gratuito por Zoom para vernos las caras y que podáis intervenir. Para toda la gente que estáis en esta plataforma maravillosa, a la que espero dedicar más tiempo muy pronto.
👉🏻 AQUÍ 👈🏻 tenéis el acceso al directo.
Nos vemos este lunes día 1 de mayo a las 20:00 horas Madrid.
Grabaré la sesión y la compartiré en el siguiente Chupito.
Y ahora, vamos al tema.
¡Camarero! Hoy queremos un coco fresco. Yo invito.
Lo mejor
El entorno.
La pereza que me daba chuparme veinte horas de vuelo fue contrarrestada por las ganas que tenía de volver a ver a una persona que me ha robado el corazón hasta el punto de creer que estaba enamorada de ella. Nos conocimos en pandemia y su alegría natural, así como su fuerza, me ayudaron a identificar una historia personal muy fea y a salir de ella. Hay personas que, además de inspirarte, aparecen para recordarte que tu naturaleza es gueparda. Para devolverte la determinación que un día te dejaste por el camino. En nuestra despedida no quise llorar. No es un adiós, Ale, vuelvo en dos meses. Fueron dos años.
También estaban allí La Duende, Rafa, Marco y Toni. Personas diferentes con historias distintas y un importante nexo en común: muchas ganas de vivir. Además de encontrarme con ellos y absorber motivación y posibilidades, he conectado con nuevas personas con historias más salvajes si cabe. Una de ellas pretendo convertirla en libro. Complicado cerrar la boca mientras me la contaban. Las protagonistas son dos mujeres que han acabado invitándome a su boda en el desierto de Marruecos. Ya he confirmado mi asistencia y ahora solo me falta diseñar el atuendo. Quieren que vistamos de la forma más creativa posible. En la inspiración que mandaron hay americanas doradas con hombreras, peluquería con pan de oro y botas con plataformas infinitas. Acepto vuestras sugerencias.
Y me reafirmo en lo que siempre he experimentado:
el entorno es determinante.
La gente que nos rodea moldea gran parte de lo que somos. Comparte tu tiempo con personas que vean más posibilidades que tú y acabarás viendo nuevas posibilidades. Acércate a las que ríen alto y acabarás riendo con ellas. Aprende de las que ya lo han hecho y encontrarás nuevas formas de hacerlo. Rodéate de las que van un paso por delante y se abrirá tu camino. Elige a las que te quieren como necesitas y te sentirás querida.
Y el pueblo balinés.
Su sonrisa. Su amabilidad. Su ternura. Su educación. Su religión.
Su forma de hacerte sentir en casa.
Un recordatorio
Una tarde cualquiera llegué a mi habitación llena de alegría. Notaba los pequeños espasmos que esta emoción produce en mi cuerpo.
¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy tan alegre? Me pregunté curiosa.
Esta alegría no es tuya, es de Ale y te la ha pegado. Me respondí certera.
La queja se contagia.
La alegría también.
Lo peor
La invasión occidental de la que he formado parte.
Además de la ya comentada pereza por el vuelo y de lo a gusto que estoy en mi casa en Lanzarote, mi resistencia principal para no volver a Bali durante estos dos años ha sido la idea de enfrentarme a la isla masificada después de haberla vivido prácticamente vacía. No me alegro de la pandemia, sin embargo, agradezco mi valentía para decidir quedarme allí cuando la incertidumbre mundial sobre el virus era aterradora. Esto me dio la oportunidad de experimentarla de una forma que dudo vuelva a repetirse.
Bali está en el punto de mira del nomadismo digital desde hace años, pero la época Covid ha generado un boom aún mayor y el cambio me ha resultado impactante, sobre todo en el crecimiento de las ciudades de Canggu y Uluwatu. Teniendo en cuenta mi aversión a las masificaciones, ver carreteras, restaurantes y playas a rebosar de gente me ha generado algún que otro pico de ansiedad y malestar importante. Es cierto que los rellenos de labios dramáticos tampoco han ayudado. Las calles son un burdo desfile de salchichas con casco y mallas de yoga.
Los cruces con la moto los he enfrentado acelerando a la cuenta de tres y cerrando los ojos. Si quieres incorporar la práctica del rezo a tu vida, es tu destino. Doloroso ver como algunos de mis arrozales preferidos han sido sustituidos por construcciones de nuevos edificios en los que se ofrecerán más tiendas cool, más coworkings y más cafés de estilo neoyorkino. Esa forma tan occidental de acabar con la esencia local para construir un parque de ocio a nuestro gusto. A medida de los blancos que tienen el dinero. Y que regatean, por cierto.
La suciedad de sus calles, los perros llenos de sarna, los plásticos acumulados en las esquinas, la contaminación de cielo y agua y el ruido que dificulta escuchar lo que la isla tiene que decir. Razones suficientes para sentirme incómoda e incoherente. Para enfadarme una vez más con la humanidad y conmigo misma por formar parte de ello.
Todos somos Amancio.
En el directo del próximo lunes os desarrollo esta idea que lleva conmigo desde la primera vez que pisé Tailandia.
Lo más divertido
Era tarde, casi las diez de la noche. Fuimos al lugar donde solemos hacernos los masajes. Precio medio, nada de lujos, servicio estupendo. Me dijeron que no había masajistas disponibles, que me lo haría un masajisto —sé que la palabra no existe, pero es mi Substack y escribo lo que quiero—. No tuve ningún problema. Tampoco era la primera vez.
Me encontraba boca abajo ya preparada para dormirme cuando entró el susodicho. No le vi la cara. Tono de voz amable que deja intuir una sonrisa cálida, como todos los balineses. La primera parte del masaje correcta. Presión suave y movimientos lentos y amplios. Ideal. Me di la vuelta hacia arriba. Entonces me preguntó algo que no entendí, pero dije sí. Y me quitó la toalla que me tapaba el pecho. Y me quedé inmóvil, dando gracias porque llevaba el antifaz puesto.
Mi diálogo interior durante los veinte minutos que duró fue el siguiente:
Qué raro. Aquí no daban masaje de pechos. ¿Me va a dar masaje de pechos? Joder, estoy de suerte, creía que en estos sitios tan formales era imposible. Uy, pero es un chico. Bueno, no pasa nada, no seas cerrada, es un profesional. Vale, pues a ver qué tal. Ah, ya veo, va a evitar los pechos, solo lo hace alrededor, como los fisioterapeutas. Uy, no, ha metido las manos en la masa. Ay, joder, qué gusto… pero no debería. ¿Por qué no deberías? ¿Qué problema tienes con el placer? Es que es un hombre. ¿Y qué? ¿Y si se está aprovechando? ¿A ti te gusta? Ay, sí. Qué maravilla, pero se está poniendo las botas el colega. Bueno, hija, disfruta y suéltate un poco, que se te van a comer los gusanos. También es verdad. Uy, que me estoy poniendo caliente. Qué calor. Qué delicadeza, qué buen hacer. Esto pasa a ser un innegociable en mis futuras relaciones. Necesito que este señor haga un curso online. ¿Por qué los hombres dedican tan poco tiempo a acariciarnos durante el sexo? No generalices, que te metes en jaula de pensamiento. Cierto. Ay. Dios Santo, ¡me está masajeando los pezones! Espera, ¿estaré soñando? ¿Me he dormido? Voy a probar a toser a ver. Mierda, me ha preguntado si estoy bien. Estoy despierta. No te rías, aguanta. Quiero contárselo ya a Ale. Ya sé, es un regalo de la V.I.D.A. para que recuerde que estoy viva. Un reminder celestial para que disfrute de mi cuerpo. La interpretación de lo que nos pasa es clave. Siempre a tu favor. Ay, qué pena que ya acaba. Me acaba de dar las gracias al oído. No sé si porque le pago, porque le he caído bien o porque, quizá, era la primera vez que le dan permiso para tocar tetas.
Terima Kashi, respondí.
Y gracias por tu pasión.
Un momento
El abrazo de Ale
De los que no tienes que pedir o forzar.
Corto. Intenso. Natural. Lleno de amor.
Y, sobre todo, verdadero.
Una frase
«Don´t forget your everything»
La dicen las masajistas de Amo Spa cuando terminan su espectacular masaje para que no te olvides de recoger tus cosas. Me la han dicho muchas veces antes y siempre me ha despertado ternura al traducirla al castellano, sin embargo, en esta ocasión ha tenido mayor significado para mí.
No olvides tu todo.
¿Y qué es mi todo? Me pregunté bajito mientras me vestía. Me di la vuelta para hacerme un moño. Había un espejo.
Mi todo soy yo.
¡Salud!
Nos vemos el lunes en directo para charlar sobre algunas ideas que me parecen importantes y debatir en comunidad.
Qué maravilla Ana, has retransmitido tan detalladamente ese masaje que lo he sentido como si lo hubiera vivido y he disfrutado contigo! Le voy a pedir uno de esos a mi señor maridito así, con los ojos tapados y jugando a ser desconocidos.
Gracias como siempre por compartir tus hallazgos y experiencias, inspiradora nata.
Feliz día y feliz vida!
Elena.
Ana como te echábamos de menos!!! Leer tu chipotles con Maca viendo amanecer desde los Jablillos ha sido un regalo!!!!
Mil gracias por abrirte de nuevo, nos encanta tu humor y nos vemos en unas horas 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻❤️